Isabel Flores de Oliva nació en el año de 1586. Desde muy pequeña se caracterizó por su hermosura física, recibiendo por ello innumerables halagos. Cabe mencionar que, durante su crianza, una india encargada de cuidarla, le dio el nombre de Rosa. Esto bien podría ser considerado una simple casualidad, o una forma de retratar no solo su belleza externa, sino también su belleza interna. Sin embargo ella venció la tentación del amor propio y la vanidad, con humildad, obediencia y abnegación de su voluntad. Pero esa belleza exterior era tan solo un reflejo de la enorme religiosidad que Rosa de Lima quiso reservar al Amor de sus amores: Dios.
Desde pequeña, Rosa mostró su inmensa piedad y devoción por el Señor y su vocación permanente por ayudar a los demás. Estas emociones se manifestaron desde el momento en que veía los dolores que padecían las personas que estaban a su alrededor. Tal conducta era vetada por sus padres, quienes pretendieron apartarla de este santo camino para buscarle un matrimonio conveniente. Más ella, sin renunciar a la obediencia que siempre profesó a sus padres, nunca cedió a esas pretensiones y siguió su camino hacia los votos religiosos. Llego a cambiar el hábito franciscano por el hábito blanco como una forma demostrar su decisión ferviente de seguir el camino religioso.
El gran amor que profesaba a Dios lo expresaba en diversas prácticas de penitencia que asumió desde pequeña. A los diez años de edad ayunaba a pan y agua. Comía muy poco y se preocupaba por que su alimento no tuviera un sabor agradable. En su dormir también fue muy exigente consigo misma, ya que colocaba maderos en su lecho y virutas y cañas en su almohada. Utilizaba silicios para mortificar su frágil cuerpo. Pero todo esto sólo se puede entender al conocer el gran amor que llenaba el interior de la Santa. Todo esto era la expresión de un corazón que desbordaba de piedad por Cristo.
Gracias a la conducta que mantuvo a lo largo de toda su vida, llego a tener amistades que estaban involucradas directamente con el ámbito religioso, quienes se mostraban encantados con la forma de vida que llevaba Isabel Flores de Oliva. Es por eso que, los últimos cuatro años de su vida lo pasó en la casa de un matrimonio amigo suyo, quienes le confortaban a seguir su vida en paz.
Durante sus días de enfermedad, la fe religiosa de Rosa de Lima se vio aumentada aun a pesar de todo el dolor físico que podía sentir; ella se vio llena de un amor divino que le ayudaba a sobrellevar esos duros momentos. Amor que le llevó a rezar durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Hacia el año de 1606 recibió el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo. Pero Rosa nunca llegó a pisar los claustros. Quiso Dios que Rosa permaneciera en el mundo embelleciéndolo con su presencia. Santa Rosa buscó el silencio en una pequeña cabaña que ella misma construyó en el huerto de su casa y desde allí se dedicó a una intensa vida de oración, lo que le permitió disfrutar de innumerables experiencias místicas.
Dios le otorgó gracias extraordinarias pero también permitió que sufriese persecuciones por parte de sus amigos y conocidos, poniendo a prueba su carácter de santidad. Las tentaciones del maligno también estuvieron presentes, pero ella supo responder con mucha oración y penitencia. El día de su funeral, su ataúd fue acompañado por representantes del cabildo y la Audiencia de Lima junto a miles de pobladores, como una forma de agradecimiento a las obras que había realizado en su vida y que había tocado el alma de la gente. Su canonización fue llevada a cabo varios años después, pero como una forma de retribuir las buenas acciones que había desarrollado durante su corta y muy espiritual vida.
Desde pequeña, Rosa mostró su inmensa piedad y devoción por el Señor y su vocación permanente por ayudar a los demás. Estas emociones se manifestaron desde el momento en que veía los dolores que padecían las personas que estaban a su alrededor. Tal conducta era vetada por sus padres, quienes pretendieron apartarla de este santo camino para buscarle un matrimonio conveniente. Más ella, sin renunciar a la obediencia que siempre profesó a sus padres, nunca cedió a esas pretensiones y siguió su camino hacia los votos religiosos. Llego a cambiar el hábito franciscano por el hábito blanco como una forma demostrar su decisión ferviente de seguir el camino religioso.
El gran amor que profesaba a Dios lo expresaba en diversas prácticas de penitencia que asumió desde pequeña. A los diez años de edad ayunaba a pan y agua. Comía muy poco y se preocupaba por que su alimento no tuviera un sabor agradable. En su dormir también fue muy exigente consigo misma, ya que colocaba maderos en su lecho y virutas y cañas en su almohada. Utilizaba silicios para mortificar su frágil cuerpo. Pero todo esto sólo se puede entender al conocer el gran amor que llenaba el interior de la Santa. Todo esto era la expresión de un corazón que desbordaba de piedad por Cristo.
Gracias a la conducta que mantuvo a lo largo de toda su vida, llego a tener amistades que estaban involucradas directamente con el ámbito religioso, quienes se mostraban encantados con la forma de vida que llevaba Isabel Flores de Oliva. Es por eso que, los últimos cuatro años de su vida lo pasó en la casa de un matrimonio amigo suyo, quienes le confortaban a seguir su vida en paz.
Durante sus días de enfermedad, la fe religiosa de Rosa de Lima se vio aumentada aun a pesar de todo el dolor físico que podía sentir; ella se vio llena de un amor divino que le ayudaba a sobrellevar esos duros momentos. Amor que le llevó a rezar durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Hacia el año de 1606 recibió el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo. Pero Rosa nunca llegó a pisar los claustros. Quiso Dios que Rosa permaneciera en el mundo embelleciéndolo con su presencia. Santa Rosa buscó el silencio en una pequeña cabaña que ella misma construyó en el huerto de su casa y desde allí se dedicó a una intensa vida de oración, lo que le permitió disfrutar de innumerables experiencias místicas.
Dios le otorgó gracias extraordinarias pero también permitió que sufriese persecuciones por parte de sus amigos y conocidos, poniendo a prueba su carácter de santidad. Las tentaciones del maligno también estuvieron presentes, pero ella supo responder con mucha oración y penitencia. El día de su funeral, su ataúd fue acompañado por representantes del cabildo y la Audiencia de Lima junto a miles de pobladores, como una forma de agradecimiento a las obras que había realizado en su vida y que había tocado el alma de la gente. Su canonización fue llevada a cabo varios años después, pero como una forma de retribuir las buenas acciones que había desarrollado durante su corta y muy espiritual vida.
Bibliografía:
Burgo Francisco de, La estrella de occidente: La Rosa de Lima, vida y milagros de santa Rosa de santa María, México, 1670.
Busto Duthurburu José Antonio del, Santa Rosa de Lima, Ed. Pontificia universidad católica del Perú, Lima, 2006.
Cádiz Luis de, Santa Rosa de Lima, Ed. Atlántida, Buenos Aires, 1958.
http://es.wikipedia.org/wiki/Rosa_de_Lima
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rosa_de_lima.htm
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